01
septiembre

Kit del viajero de pandemia

Partamos de la base que irse a hacer el cabra por Los Balcanes en plena desescalada y con la segunda ola del coronavirus cogiendo carrerilla en algunos de los países a atravesar es, sobre el papel, una idea de bombero. Luego uno no se agobia tanto cuando llega el momento, aunque los diferentes grados de precaución según el país lo mareen un poco. Pero ya les hago spoiler y adelanto que cuando me haga la PCR y la serología en España daré negativo. O no estaría corrigiendo esta entrega desde el salón de mi madre, sino aislado.

Estoy hablando mucho de turismo y lo que me queda, porque si algo tienen en común Grecia, Budapest, Transilvania y esta España mía, esta España nuestra, es una dependencia del sector poco recomendable. Como, por otro lado, estamos comprobando. Para el Lord Byron de baratillo, corresponsal del pan pringao, Revertito de Hacendado, esto tiene una ventaja: los precios se van al fondo de la tinaja.

  • Mascarilla

Cómprese usted un buen paquete de quirúrgicas desechables o una de tela que piense lavar a menudo -mejor varias-. Las FFP2 no son tan fáciles de reponer en movimiento. Y luego cada país tiene su movida con el tema según la percepción de riesgo.

En Eslovaquia y Hungría obligatoria solo bajo techo. En Rumanía en todas partes. En Bulgaría a tu buen albur, hasta el punto que el chaval que me recibió en la casa de huéspedes al verme con ella me soltó sin ninguna vergüenza, como buen eslavo: «Ah, te da miedo el virus». E intentó estrecharme la mano. El hijo de su madre. En Grecia recomendada por la calle -casi nadie lo cumplía-, preceptiva bajo techo -solo en los museos te obligaban, el resto criterio fluctuante, a veces ni en los supermercados-.

La mía es de tela con filtro. Negra para parecer malote. A lavar a 60 grados. Comprada en el centro de Bratislava. Echa a mano. En España le he comprado dos repuestos a juego de Ms. y Mr. Labores y las voy rotando.

  • Gel hidroalcohólico

En todos los recintos no hay al entrar, aunque en los edificios oficiales siempre. En algunos lugares es agua sucia que huele a colonia mezclada sobre la marcha en el bote. En los supermercados de Rumanía la ofrecía un segurata que también tomaba la temperatura apuntando con rayo láser, o algo así, a la muñeca. Un botecito al bolsillo del pantalón o la parte de abajo de la mochila y a frotarse las manos como un concejal de pueblo ante una partida de fondos para la recuperación. Compré tres botes en Eslovaquia que me duraron hasta Bulgaria. Reposté allí y luego en Madrid, de donde todavía tengo uno y medio pendientes de acabar.

  • Pasaporte. DNI. Formulario de ingreso en el país.

Toda Europa forma parte del espacio Schengen. ¿Toda? No. Schengen tiene acuerdos parciales, y aunque Suiza o Noruega sí estén dentro, Rumanía y Bulgaria no. Así que al cruzar la frontera es necesario enseñar el pasaporte, no basta el DNI. La pega: al ser Unión Europea, no te ponen sellito. Que ya me contarán ustedes qué gracia tiene sacar el pasaporte si no te van a poner sello.

Por otro lado. En el portal Reopen Europa se van actualizando las condiciones para entrar desde el resto de la UE en cada país miembro. Verde significa barra libre -España, Francia, Croacia-, amarillo con restricciones -Alemania, Rumanía, Grecia- y rojo prohibido el paso -Hungría, qué sorpresa-. Países como Grecia -y España también, en determinados casos, hasta si eres un local que viene de vuelta- exigen rellenar un Formulario de Localización de Pasajeros (PLC) que indique el itinerario que se va a realizar, los lugares donde se va a residir y las fechas.

  • Libros. Y una libreta.

Hemos venido aquí a alimentar el espíritu, lo del cuerpo es más secundario y ya se irá viendo. Dado que se cubren largas distancias en tren, con recorridos de hasta ocho horas, pero viajar con libros es pesado en un sentido literal, caí en la depravación. Eso sí, mi ebook es de segunda mano, no lo tengo conectado a la red y descargo desde el portátil en páginas con contenido de dominio público.

La libreta es para posturear de cara a acabar escribiendo este blog. La duda ofende.

  • Cargador del móvil

Por mucho que pidas mapas en información turística y te pilles, por puro romanticismo, guías de viaje en papel, es mejor que lo asumas: Google Maps es tu pastor, nada te falta. Por otro lado en estas semanas, a una media de 3,5 días por ciudad -excepto en Sofía porque había manifestaciones a diario y tenía el mono- y con la supercalifragilística posibilidad de transportar el virus de país en país, pocos amigos dan ganas de hacer. Así que a la noche se habla mucho con los deudos allende los mares.

  • Detergente

Un mes. Cinco países. Una maleta chiquitaja que me compré en Kosice, Eslovaquia, tras comprobar que mi mochila de hacer el cabra no solo era incómoda sino que se había quedado pequeña -le dí un funeral vikingo en el Darro-. ¿Les he comentado ya que los precios se han ido hundiendo? Que la noche en un apartamento en Budapest caiga hasta costar lo mismo que en un hostel en Eslovaquia permite tener lavadora. Y eso ahorra muchos disgustos. El que compré en Eslovaquia me ha acompañado hasta Lora del Río, provincia de Sevilla.

  • Cepillo de dientes

Si va usted a seguir mis pasos, le recuerdo que es un viajero en tiempos de pandemia, no un salvaje. Además la decisión tomada en Kosice de no volver a pisar un hostel -solo las recepcionistas y el menda usaban mascarilla en espacios cerrados y se lavaban las manos habitualmente-, combinada con la galopante crisis del sector, permite mantener cierta intimidad. Baño propio, vaya. Que ya vamos teniendo una edad.

  • Pasta

No, dinero no. Espaguetis. Macarrones. Espirales. Ya saben.

Baño propio y cocina propia, en tiempos de crisis donde vender reportajes permite pasar más holgado a la siguiente ex república comunista, habilitan el hacerse la comida previo paso por el supermercado donde te lavan las manos con agua sucia y colonia. Sí, claro, el viajar es también inflarse a comer cosas exóticas y maridarlas con espirituosos de la tierra. Pero a estas alturas, que llevamos 11 entregas, se habrán fijado que este no es el lugar donde leer sobre eso.

Tras los dos episodios de interludio y antes de que esto se convierta en un suplemento dominical, en la próxima entrega hablaremos de chupar la sangre. Curiosamente no hay diputaciones provinciales por medio.

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Jose A. Cano
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Periodista. Volviendo a casa. Sobrevivo como soldado de fortuna. Si usted tiene una noticia y quiere que se la escriban, tal vez pueda contratarme.

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